Este artículo fue publicado por primera aquí en junio de 2015.
Diego Francisco (Paco) Talavera nació en Manicaragua al pie del monte verde oscuro que trepa sin tregua al macizo montañoso, del geográficamente nombrado grupo Guamuhaya, pero históricamente bautizado como Escambray.
Cuando era un adolescente a Paco como a cientos de vecinos no les quedó otra opción que alzarse en armas. Las tropas de Félix Torres llegaron a la región para adueñarse de todo «en nombre del que acababa de instalarse en el poder».
El camino que le marcó la vida fue la insurgencia y la rebeldía y lo aceptó sin vacilar. Primero ayudó a los que se alzaron en las montañas para hacer lo justo y necesario -sacar del poder con la lucha armada al que traicionó a todos los que le creyeron cuando usaba el nombre de la Democracia para llegar a la cumbre.
Había cumplido 18 años y como joven que soñaba la libertad y la justicia se puso al frente de una guerrilla. Fue monte adentro a operar en una zona campesina en las alturas de Cubanacán entre Santa Clara y Placetas para hacer ‘la contrarrevolución’. Ese era el único camino y no se arrepiente de haberlo hecho así.
Mientras soñaba sobre libertad y justicia en las noches a la intemperie del monte puro y duro supo que a su cabeza le pusieron precio en Manicaragua. Los militares ordenaron pegar carteles en los postes del tendido eléctrico y en las paredes de los establecimientos con nombres y fotos de él y otros insurgentes.
Los «marcaron como bandidos». Los pasquines no ofrecían dinero por alguna información pero los simpatizantes del régimen sabían que «delatarlos» era «una buena idea» y los chivatos de poca monta comenzaron a asediar a su familia para obtener alguna pista.
Por aquellos días no lo pudieron atrapar y quizás por eso no terminó frente a un paredón de fusilamiento como Plinio Prieto, Porfirio Ramírez y Sinesio Walsh fusilados en La Campana cerca de la media noche del 12 de octubre de 1960 luego de haberse alzado en armas.
Pero unos meses después fue arrestado, porque un chivato, como tantos alucinados por la furia verde oliv,o lo delató.
En un tribunal de Santa Clara a los 20 años de vida le decretaron 20 de cárcel. Primero las horribles mazmorras de Topes de Collantes, luego el presidio político en la cárcel irónicamente nombraba Presidio Modelo en Isla de Pinos donde los golpes, las torturas, las humillaciones y el dolor de una sanción injusta lo hermanó con cientos de cubanos que como él fueron allí por el delito de haber soñado la libertad para Cuba.
Del «Presidio Modelo» a las «Alambradas de Manacas» en Villa Clara. Después unos días de «libertad vigilada» donde supo que para él se perfilaban nuevas décadas de prisión.
Un decreto decía con toda claridad y precisión que los campesinos que fueron prisioneros del régimen no podían volver a su tierra, a sus orígenes. Supo que otra modalidad de prisión lo esperaba. Y muy pronto sintió en su propia piel que para todos los del Escambray habían trazado la ruta del dolor. Y la tuvieron que transitar obligados desde el centro de la isla hasta los Pueblos Cautivos.
Los confinaron en los campos de concentración. Allí tuvieron que construir sus casas y luego vivir en ellas bajo el control policial.
En 1979 Talavera salió definitivamente de su país para los Estados Unidos. En Miami creó una familia que adora pero su pensamiento esta siempre en Cuba. En la oposición que allí sigue enfrentando la misma maquinaria de terror que acabó con los sueños de su generación. En sus primos y amigos que no pudieron escapar. En la tumba donde reposan los restos de sus familiares queridos que nunca más pudo visitar cuando partió al exilio.
Vive al tanto de lo que ocurre en la isla. Sin odio, sin rencor. Lo sé y lo he percibido en cada ocasión que se reúne con activistas y opositores que por estos tiempos pueden viajar y regresar a Cuba.
Sabe con claridad que las dictaduras no se arrasan con palabrerías y términos legales pero entiende que un baño de sangre no puede inundar el país, por eso la lucha contra el régimen ahora tiene que ser de otra manera y por ese camino va.
Con Guillermo Fariñas mantiene un intercambio constante y por esa vía se alimenta del acontecer nacional en la isla. Al «negro» como le dice, siempre le da el consejo oportuno pero le hace la crítica directa. Después le pregunta en qué los puedo ayudar… Y ayuda hondo.
Por eso cuando miro esas acciones de ex presos políticos cubanos hacia nosotros que no habíamos nacido o éramos muy pequeños en los años en que ellos se jugaban la vida, reitero que quiero seguir alimentando mi mirada hacia el futuro de Cuba con la luz y la fuerza que me dan ellos.
Cuba nos necesita todos sin odios, sin rencores y sin sed de venganza.
Todos somos víctimas del castrismo por eso no podemos convertirnos en victimarios de nuestros propios hermanos, me recuerda siempre Paco Talavera.