La memoria de la nación no tiene cuerpo real, es un cúmulo indefinido, transparente que habita en los cubanos. En la de los que han tenido la razón pero no el poder para demostrar que cambiar es más justo y lícito que seguir senderos equivocados y la del oponente que se sabe triunfador porque trazó un camino de golpes, disparos, mordazas y calabozos. En la memoria de los que miraron una obra artística arrasada por el mandato de hombres vestidos de verdeolivo. Del músico o el escritor que decidió por el exilio, el silencio o el ostracismo ante la doblez y la simulación. En la psique del que oyó disparos cuando fusilaban al que no quiso seguir al tirano. En el oído del que escuchó el golpe del martillo que marcó la decisión fatal contra el inocente. En la pérdida de fe del que, creyendo en Jesús abjuró de él para no ser excluido o encarcelado.
Los cubanos como pueblo, como nación estamos en la isla y en el mundo entero divididos sólo por una frontera transparente. Frontera que no marca días ni años, no incluye cercas ni muros. No conoce de ayer ni de hoy. En ella están los que han creído que el verdeolivo es bueno, necesario y se han sumado por más de cincuenta años y los que han visto el traje militar como señal de lo nefasto. Los que tomaron el camino del exilio al principio, los que salieron después, los que enfrentaron en la isla la muerte real o la muerte en vida. Los que en ella suenan y fabrican futuro.
Allá y aquí, ayer y ahora, estamos en este empeño donde no hay tiempo ni distancia, ni pasado ni presente Solo una frontera transparente que bordea una isla repartida por todas partes, inmensa y diminuta, estática y cambiante en la que permanecemos y de la que nunca nos podemos ir cuando el límite que marca la separación es una línea etérea, límpida, libre de jerarquías y confines reales.
Transparencia que une y separa, dibuja y diluye, amansa y encrespa.
No puedo hablar, el pecho como un hilo de seda atenaza la garganta, la mano me tiembla parece que atrapo tu alma, se me confunden las nostalgias y levanto el vuelo sobre esa transparencia que el inefable y sublime valor de las palabras propone a la cobardia para comprender que existimos, es el corazon que late por todos, la mayor virtud humana digna del amor y la declaras tan tierna y humildemente que el cielo la esta recibiendo engalanado como un novio, sigue el curso de ese sentir, no pierdas un minuto yo te estare leyendo, y no por compromiso sino por necesidad del alma, le has colocado una palabra tan bella y necesaria que le dara miedo a muchos pero nadie podra obviar, porque desnudo nacemos y y la muerte nos iguala sin gerarquias ni distancias, no se decir mas
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